Son los más criticados. No, no los miran con buenos ojos. Distinguibles en la catarata albiceleste que fluye alrededor de la Selección como puntos discordantes entre miles y miles de camisetas con el escudo de la AFA en el pecho, ellos marcan una diferencia. “Amamos a Argentina, igual que todos”, subrayan. Pero no negocian los colores. Es un fenómeno netamente argentino, porque resulta muy difícil ver a un inglés con la roja de Manchester United o a un peruano con la de Alianza Lima en pleno Mundial. Pero en nuestro país hay pasiones tan poderosas que son capaces de pulsear, nada menos, que con el equipo de todos. Ellos van para adelante, inmunes a los reproches. No son los barrabravas, esa lacra nacional que entró en acción en Nizhni para avergonzarnos a todos. Son los hinchas con el corazón partido.
“A mí me gustaría que la Selección juegue como Independiente, con ese estilo que le imprimió Ariel Holan”, sostiene Daniel Bonelli, convencido de que por allí pasa la identidad del fútbol argentino. Es de Neuquén y va con la roja a todos lados, aunque confiesa que en buena medida lo hace por cábala. Su jugador favorito es Nicolás Tagliafico, que lejos estuvo hasta el momento de replicar en Rusia lo que hizo en Avellaneda, antes de emigrar a Holanda. “Lo que nos está faltando es un arquero como Olave”, apunta con una sonrisa Emiliano Lasso. ¿Qué es Belgrano para vos? “Huevo y corazón -afirma-. Como debe ser la Selección”.
Hablando de cordobeses, hay uno que sabe hilvanar la historia de su equipo con la de Argentina. “En el 78 fuimos campeones con tres jugadores de Talleres: Oviedo, Valencia y Galván, que además fue la figura en la final contra Holanda. El Gráfico le puso 10”, recuerda Guillermo Bustinza. Se jubiló de la Anses después de 37 años de trabajo y su regalo fue el viaje a Rusia. “Talleres es un sentimiento. Me hice hincha en el 67 y me tocó ver la época de gloria del club, en la década del 70. ¿Mi jugador favorito? Daniel Willington”.
Oscar Bianca es oriundo de la zona del puerto en Mar del Plata. Eso significa que no tenía otro camino que hacerse hincha de Aldosivi. Hoy vive en Orlando, en Estados Unidos, pero desde el primer momento supo que durante el Mundial se pasearía con la camiseta del “Tiburón”. Y se pone de pie para nombrar a un prócer del club como Oscar Delarroca. Ese espíritu de pertenencia barrial es el que enamoró a Facundo Lobo de Chacarita. Vive a siete cuadras del estadio, en la localidad de San Martín, y su ídolo es el “Flaco” Vivaldo.
Una particularidad de estos hinchas pasa por el arraigo con las camisetas. Son varios los que intercambian la celeste blanca por alguna de otra selección –siempre y cuando quede constatado que son originales-. Hubo varios trueques con colombianos, mexicanos y, tras el debut, con islandeses. En el caso de los croatas no quedó demasiado ánimo. Además, nadie olvidó el cantito: “y ya lo ve, y ya lo ve, tu camiseta, es un mantel”. Pero en el caso de los clubes no hay margen para la negociación, por más vistosas que sean las ofrecidas como moneda de cambio.
“Es que esto es un sentimiento”, subraya Nicolás Morete, integrante de una peña de San Lorenzo que funciona en Viedma (Río Negro). Cuenta que no les importa recorrer los 1.000 kilómetros que los separan de Buenos Aires con tal de ver al “Ciclón”. Nicolás lamenta el retiro de su admirado Leandro Romagnoli. “No hay nada como Nueva Chicago”, añade José Luis Ríos. Él nació en Mataderos, vive en Madrid y adora a Christian Gómez. Está alentando a la Selección con su amigo Nicolás Ciafardini, que es de Del Viso y transita por Rusia con la camiseta de Racing. Le encantaría que llevara en la espalda el nombre de Diego Milito y tiene un punto a favor: las miradas poco acostumbradas al fútbol lo toman naturalmente como uno más de la albiceleste. Pero el escudo dice otra cosa y la publicidad en el pecho termina de delatarlo.
“No me importa lo que digan. Yo soy de Vélez desde siempre, y eso que mi familia está dividida porque hay hinchas de Chicago”, indica Sebastián Corral, quien le rinde eterno tributo al paraguayo Chilavert. En cambio, en el caso de los Zárate, fueron las tres generaciones que lo precedieron las que convencieron a Emilio de que el amor de su vida era el All Boys de Floresta. Y no se olvida de mencionar a “Pepe” Romero.
Son historias de hinchas orgullosos, felices y seguros de su lugar en el mundo. Una y otra vez se encargan de enfatizar que a la Selección jamás se la abandona, pero… El de Claudio Magrini es todo un caso, porque luce aquella camiseta Topper que el Ferro de Carlos Griguol convirtió en sinónimo de buen fútbol a principios de los 80. En la espalda se distingue el 5 que llevaba Gerónimo Saccardi, el ídolo de Claudio. “Soy de Núñez, pero me hice de Ferro porque yo era chico y en esa época les ganaba siempre a River y a Boca –apunta-. De estas camisetas no hay más. La que tengo me la regaló un amigo”.
No sólo circulan por Rusia los fanáticos solitarios en la elección de los colores. También están los grupos, como el que conforman Fabián Murúa, Federico Calcagno, Cristian Flores y Gustavo Pérez. Todos son de Godoy Cruz y así lo expresan en una bandera. Están orgullosos de la actualidad de un club que ya jugó cinco veces la Copa Libertadores, que acaba de ser subcampeón de la Superliga y que disfruta un proyecto de divisiones inferiores excepcional, a partir del centro de entrenamiento modelo de Coquimbito. “Antes en Mendoza los chicos se hacían de Gimnasia o de Independiente Rivadavia. Ahora el que manda es el Tomba”, sostienen, y le mandan un abrazo a Alejandro Abaurre, “El Cachorro”, un grande de la institución.
A los de Newell’s les cuesta mucho más escoger un ídolo. A fin de cuentas, a la rojinegra se la puso Diego Maradona y, algún día, esperan que sea el turno de Lionel Messi. Y tampoco olvidan al “Burrito” Ortega. Pero si de elegir al más grande de “La Lepra” se trata, Pablo Cerro, Juan Alonso, y los hermanos Ezequiel y Enrique Aronson optan por Marcelo Bielsa. Por algo bautizaron el estadio con su nombre. “Pará, pará. En mi caso anotalos a ‘Cucurucho’ Santamaría y al ‘Tata’ Martino”, corrige uno de ellos.
Seamos honestos: los de Boca y de River son mayoría. Que proliferen esas camisetas está directamente relacionado con su popularidad. Lo interesante es detectar a las menos famosas, esas que destacan por la originalidad a toda prueba. En ese rubro se anota el entrerriano Germán Gerstner, quien canta y sufre por la Selección enfundado en la camiseta de Gimnasia y Esgrima de Concepción del Uruguay. “Mi abuela, la Tata, me hizo del ‘Lobo’ -relata-. Mi ídolo es el ‘Noni’ Alba. ¿Qué es Gimnasia? Es muy fuerte, no se puede explicar”. Sí, igual que el amor por Argentina.